Un poco de química


Este fin de semana, una de mis tías llegó afónica a una reunión familiar. Al principio bromeamos  pensando que era una víctima más de las gripas ocasionadas por estos calores. Resultó que accidentalmente se quemó con amoniáco, en su propia casa. Un accidente puede ocurrir en cualquier momento y a cualquier persona, ella misma que estudió ingeniería química no quedó exenta. Este 2011 es el año internacional de la química, momento ideal para pensar cómo estos compuestos han mejorado nuestra vida, pero también debemos ser extremadamente precavidos en su uso, especialmente cuando hay niños cerca. (Publicado en Revista QUO. Abril 2011)

Cualquiera de estos villanos haría palidecer al Coco, Sandman y el Robachicos. Conoce las sustancias que más amenazan a tus hijos.
“Mi mamá trata de cuidar el planeta: separa la basura, usa su bicicleta, ahorra  agua. Hoy comimos una rica mojarra. La cocina no está muy ventilada, por lo que ambos respiramos los químicos que libera el teflón al calentarse. Del mercurio en el pescado, les platicaré cuando lo absorba mi cordón umbilical”… Esta podría ser la conversación de un feto frente a la diversidad de químicos a los que está expuesto desde el vientre materno. Es también una charla para el resto de los niños, cuya salud está en riesgo ante la exposición, aunque sea mínima, a ciertas sustancias. En Estados Unidos, se han reportado entre 258 y 358 tóxicos en cordones umbilicales de recién nacidos. En 2009, el Grupo de Trabajo Ambiental (EWG por sus siglas en inglés) compiló la información de 40 investigaciones desarrolladas en distintas entidades estadounidenses que tomaban muestras de 130 niños en promedio. En una investigación propia, el EWG analizó la sangre del cordón umbilical en 10 bebés  y encontró la presencia de 232 químicos, 21 eran contaminantes identificados por primera vez en niños.
Encontraron derivados del benceno, usados en fabricación de latas y botellas de agua; así como residuos de bifenilos policlorados (BPC´s) que se usaban como aislantes eléctricos en los 70, pero siguen presentes en el ambiente. Los bebés y los niños en desarrollo están expuestos a tóxicos en los alimentos que consumen, incluso desde la leche materna; en el aire que respiran; en el agua que toman o con la que se bañan; e incluso con el polvo que tocan o la tierra con la que juegan. Son cientos de químicos industriales a los que están expuesto, aquí una muestra de los más peligrosos. 
Del sartén a la boca 
Las preocupaciones sobre las sartenes antiadherentes han estado presentes durante años. Al calentarse, emiten gases de ácido perfluorooctanoico (PFOA o C-8), ingrediente usado para manufacturar estos utensilios de cocina.“Algunos ratones expuestos a niveles altos de PFOA durante la preñez dieron a luz a crías con defectos de nacimiento. También se ha producido muerte temprana y retardo del crecimiento en las crías”, señala la página oficial de la Agencia para Sustancias Tóxicas y Registro de Enfermedades (ATSDR, por sus siglas en inglés). La dependencia del Servicio de Salud Pública de Estados Unidos agrega que existe relación entre niveles altos de PFOA en la sangre materna y una leve reducción en el peso de los bebés al nacer.
Estos teflones capaces de repeler aceites, grasas y agua son químicos ampliamente utilizados en cacerolas y productos de empaquetado de alimentos; incluso al comprar una sala o una alfombra, los vendedores se vanaglorian de que incluyen un recubrimiento a prueba de manchas.
Desafortunadamente son sustancias que se degradan lentamente en el aire y se depositan en el suelo por días o semanas, y dentro del cuerpo humano deben transcurrir cuatro años para que su nivel se reduzca a la mitad, aún cuando la exposición haya cesado. Los científicos han estudiado cómo estos químicos pueden viajar al hígado y afectar su funcionamiento; otros han analizado su relación con la producción deficiente de esperma; otros más han comprobado que se trata de neurotoxinas que interfieren en el desarrollo cerebral.
“Si evaluáramos a los lactantes nacidos hoy día, en cualquier lugar del mundo, encontraríamos una carga corporal de toxinas industriales que contienen elementos tales como dioxinas, mercurio, pesticidas y otras sustancias peligrosas. Estos químicos pasan a la placenta y al feto durante el embarazo, y a través de la leche materna después del parto”, escribe Penny van Esterik, investigadora de la Universidad de York, en Toronto.
Según detalla en su reporte Towards Healthy Environments for Children, el mayor impacto de contaminantes ocurre antes del nacimiento: pequeñas dosis de mercurio pueden dañar el desarrollo cerebral del feto; diminutas cantidades de dioxinas, perjudicar el desarrollo del sistema inmunológico y el sistema nervioso, mientras que el ftalato DEHP (sustancia añadida a los plásticos para aumentar su flexibilidad) puede interferir en el desarrollo del sistema reproductivo masculino.
Aire bueno, aire malo
Los científicos coinciden en que el riesgo de desarrollar cáncer es más alto si la población está expuesta a componentes tóxicos como ocurre en las grandes urbes. “La polución propia de las ciudades más populosas es un factor que contribuye al desarrollo de cáncer en el tracto respiratorio y otros órganos. Generan un aire cargado con cierta cantidad de sustancias químicas peligrosas que, aunque se encuentren en bajas concentraciones, impactan de manera continua en la población”, explica Daniel Alonso, director del Laboratorio de Oncología Molecular de la Universidad de Quilmes, en Chile. “Los agentes cancerígenos actúan lentamente sobre los tejidos del organismo como la gota que perfora la piedra”, dice.
Explica que si bien el cáncer es consecuencia de alteraciones genéticas en las células afectadas, estas mutaciones son consecuencia del contacto estrecho y sostenido con dosis peligrosas de agentes químicos, físicos o infecciosos presentes en el ambiente. “Al menos 80% de los casos de cáncer en seres humanos parecen tener un desencadenante ambiental. El tabaquismo ocupa el escalón más alto entre los riesgos evitables. Los agentes químicos presentes en el humo del cigarrillo, como también los hidrocarburos derivados de la combustión o plaguicidas como los organoclorados, son capaces de interaccionar con el ADN de las células y producir las mutaciones genéticas asociadas al cáncer”, explica el autor de La enfermedad del cangrejo.
Existe evidencia de que los organoclorados son determinantes de cáncer mamario, especialmente en poblaciones rurales expuestas a dosis elevadas de pesticidas, sin la protección debida. Aún en casa se han encontrado que los hijos de mujeres dedicadas a la jardinería son niños que tienen mayor riesgo a padecer leucemia.
Otro ejemplo. Los ftalatos son químicos que se utilizan para ablandar plástico; pueden encontrarse en cortinas para baño, pintura, envases y hasta juguetes. Son sustancias volátiles, están al aire libre y en ambientes cerrados. En el laboratorio, la ingestión de altas dosis de ftalatos ha provocado cáncer de hígado en ratones.
Autor de Vida Verde, el químico Luis Manuel Guerra explica que los Compuestos Orgánicos Volátiles (COV´s) son sustancias que pueden evaporarse de manera sencilla y transportarse por el aire a largas distancias como ocurre con las sustancias derivadas del benceno que se usa para fabricar otros productos químicos utilizados en la manufactura de plásticos, resinas y fibras sintéticas. “Las empresas químicas y fabricantes deben reportar sus emisiones para poder tener un mapeo preciso de qué tanto se están produciendo estas sustancias”, dice.
Enfatiza que la química es aliada de la sociedad. Por ejemplo, los pesticidas contribuyeron a controlar plagas como la malaria, y las sustancias sintéticas producidas por el ser humano como la aspirina también resultaron benéficas. “Las sustancias en sí no son peligrosas sino la aplicación incorrecta que hacemos, casi siempre por desconocimiento. De todas las sustancias existen límites, concentraciones máximas permisibles de uso para evitar afectaciones a la salud”.
Agua pasa por tu casa
El río Lerma nace en la Laguna de Almoloya, en el Estado de México. Su cauce cruza la zona industrial de Toluca, sigue hacia Guanajuato, donde las fábricas también hacen su contribución con una dosis de contaminantes a las aguas que llegan hasta el Lago de Chapala, en Jalisco. En 2007, los pobladores del lago reportaron efectos neurotóxicos, especialmente problemas de aprendizaje y atención, que algunos especialistas relacionaron con los niveles de mercurio en el pescado que consumían.
Científicos mexicanos y estadounidenses realizaron un estudio que incluyó el análisis de los peces y el agua del lago, además de la revisión de los niveles de mercurio en mujeres en edad reproductiva. “Notamos que mientras más cerca al río Lerma tomábamos la muestra de agua, el nivel de mercurio era cada vez más alto”, explica Leo Trasande, codirector de Salud Ambiental en la Niñez de la Escuela de Medicina Monte Sinaí, en Nueva York.
En las muestras de pescado se encontraron altas concentraciones de mercurio; el estudio a mujeres mostró que 27% de ellas registraron niveles de una parte por millón, cantidad en el límite de los estándares internacionales. Las mujeres embarazadas y los bebés por nacer son especialmente vulnerables a los efectos tóxicos del mercurio metálico porque éste pasa fácilmente de la placenta al feto. Los riesgos a la salud están vinculados especialmente con el sistema nervioso central. 

En Chapala, el estudio está en una segunda etapa que implicará tomar muestras del cordón umbilical de los recién nacidos y darles seguimiento con especialistas neuroconductuales. Estos resultados fundamentarán las medidas de protección para la población y el manejo del riesgo ambiental, según se lee en la página del Instituto Nacional de Salud Pública.
Reconocido por sus investigaciones sobre contaminación por mercurio, lo que incluso se ha traducido en leyes sanitarias para Estados Unidos, Trasande explica que la problemática debe atenderse con medidas cautelares. “Hay que entender que hay efectos que se deben prevenir aunque la evidencia no sea cien por ciento confirmatoria”, dice.
Es el caso del agua que durante 30 años fue envenenada con cromo por la empresa Pacific Gas & Electric en el pueblo de Hinkley, California; de hecho, se trata de la batalla médico legal más difundida en Estados Unidos, luego de que Julia Roberts personioficara a Erin Brocovich, una mujer que, en 1991, encabezó la defensa de los pobladores afectados por esos daños ambientales.
Hay riesgos que pueden prevenirse en el propio hogar, como es el caso del plomo cuyo riesgo de contacto se reduce al quitarlo de las tuberías domésticas, para evitar ingerirlo en el agua o absorberlo cutáneamente durante la ducha.
En Estados Unidos, la Academia Nacional de Ciencias ha registrado que 28% de los problemas neuroconductuales en niños, como dificultades en el proceso de razonamiento y aprendizaje, tienen su origen en la exposición a tóxicos. “Existe la predisposición genética, pero es también producto de la exposición ambiental”, explica Trasande. “Digamos que la genética es la pistola y la exposición a ciertas sustancias son la bala que detona la enfermedad”.
Actualmente, la mayoría de los gobiernos exige a las industrias reportes precisos sobre sus emisiones al ambiente, pues las comunidades tienen derecho a saber qué químicos son liberados en sus vecindarios. “Estamos trabajando para que en el futuro cercano equipemos a los ciudadanos con la información necesaria para que conozcan cuáles son los riesgos y las amenazas químicas que deben enfrentar en sus comunidades”, dice Evan Lloyd, director ejecutivo de la Comisión para la Cooperación Ambiental (CEC por sus siglas en inglés) del Tratado de Libre Comercio.
La CEC combina la información de México, Estados Unidos y Canadá, para producir un reporte anual sobre la polución tóxica en la región; esta información permite conocer el nivel de exposición química de las comunidades en América del Norte. Con herramientas de Google Earth, accesibles a todo usuario, la Comisión tiene localizadas las instalaciones industriales en los tres países. En Estados Unidos, incluso se pueden consultar a detalle las emisiones de cualquier fábrica en cualquier estado de la unión americana; el mismo nivel de precisión aún se ensaya para México y Canadá. Los archivos de navegación pueden descargarse desde la página de la CEC; en el caso de México, el programa se denomina Registro de Emisiones y Transferencia de Contaminantes (RETC) a cargo de la Secretaría de Medio Ambiente.
Polvo eres…
En la época de la Conquista, en Zacatecas, se usó masivamente mercurio para extraer plata; recientes investigaciones del Instituto Nacional de Ecología muestran que los niveles ya están por debajo de los límites establecidos, sin embargo, se trata de residuos de una actividad industrial que ocurrió hace más de 400 años.
En casa, por ejemplo, los vapores de los productos que contienen benceno –como pegamentos, pinturas, cera para muebles y detergentes– nos ponen en contacto innecesario con este tóxico clasificado como cancerígeno. Los volcanes y los incendios forestales son fuentes naturales de este químico, que también es componente natural del petróleo, la gasolina y el humo de cigarrillo.
Por tratarse de una sustancia volátil puede viajar largas distancias y depositarse en el suelo; se bioacumula en plantas y ganado, por lo que se integra a la cadena alimenticia. La facilidad de trasportarse vía aérea es el principal peligro de estos venenos invisibles, pues se hospeden en cualquier superficie; ésta es una de las razones por las que se recomienda evitar que los niños jueguen con tierra o incluso la coman.
El benceno puede pasar de la sangre de la madre al feto. En las crías de animales expuestos a esta sustancia durante la preñez han registrado bajo peso al nacer, retardo en la formación de huesos y daño de la médula de los huesos.
“Hoy me compraron mis primeros juguetes con cero plomo”, podría seguir el monólogo de aquel bebé que espera nacer. “Mi papá ya dejó de fumar. Mi mamá dejó de usar insecticida en el jardín. ¡Ah! y también pintaron el que será mi cuarto. ¿Habrán usado pintura sin plomo?”