El monstruo de la Laguna Verde

Los fantasmas de Fukushima me llevaron a reportear el estatus actual de la única nucleoeléctrica mexicana, Laguna Verde. Realmente disfruté mucho aprender de esa extraña especie denominada "físicos nucleares"; más aún, fue muy enriquecedor convivir con aquéllos que aplican esos conocimientos en su día a día, otra especie exótica, los ingenieros.   (Publicado en Revista QUO. Mayo 2011).

Laguna Verde es un titán en la generación de electricidad. ¿Es también una bestia de mil cabezas que amenaza nuestra seguridad?
Las playas cercanas al poblado de Palma Sola figuran entre los paraísos veracruzanos que promueve el gobierno estatal. “Se puede pescar, nadar, acampar”, dice el sitio oficial. La abundante vegetación ribereña de ríos y esteros hace difícil pensar que sean vecinos de una planta nuclear. La Central Nucleoeléctrica Laguna Verde se encuentra a mitad de camino entre ciudad Cardel y Poza Rica. Forma parte del paisaje y de la vida cotidiana de los habitantes de estas comunidades. La prensa local ha consignado las solicitudes de las autoridades de los municipios aledaños a esta zona para revisar la seguridad de la planta. Miguel Méndez, agente municipal de Palma Sola, comenta que a pesar de las campañas de información que cada año organiza la Comisión Federal de Electricidad (CFE), la queja más constante es la falta de caminos adecuados que faciliten una eventual evacuación de emergencia.
El rechazo a la nucleoeléctrica se dio desde su gestación, en 1966, durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, quien fue “particularmente benéfico” para el proyecto nuclear, según se cuenta en el libro “Contracorriente: la historia de la energía nuclear en México”. Tomó 10 años elegir el lugar para la construcción de la central y finalmente se aprobó un sitio junto a una laguna que le cedió su nombre. Había opciones cercanas al Distrito Federal que pretendían atender la demanda energética de la Ciudad de México, como Valle de Bravo en el Estado de México o Jojutla en Morelos, pero se descartaron por la dificultad para trasportar equipo pesado. Todas las opciones ofrecían abundante suministro de agua, requisito indispensable para la operación y el enfriamiento del reactor. “Laguna Verde se escogió por tres factores: la cercanía de la red eléctrica, las características físicas del sitio y la disponibilidad de agua de enfriamiento”, explica Juan Eibenschutz, titular de la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardas (CNSNS).
La inversión fue de 3 mil 500 millones de dólares. El primer reactor estuvo listo en 1990 y en julio se conectó a la red eléctrica. El segundo terminó de colocarse cinco años después y entró en operación en abril de 1995. Tardaron 14 años en la construcción, tiempo estimado para este tipo de instalaciones. El primer colado de la obra se realizó en 1976. Se hizo una cimentación de 16 metros de profundidad sobre un superficie de 40 metros de piedra volcánica para anular riesgos sísmicos; además para cada reactor se construyeron dos edificios de contención, uno dentro de otro, cuyas paredes de concreto son de 1.5 metros de espesor cada uno, por lo que en caso de sobrecalentamiento descontrolado, la explosión quedaría encerrada en este doble sistema de contención.
Todas esas medidas de seguridad fueron previstas desde los años 70. Ahora la reciente crisis nuclear en Japón obliga a revisitar la nucleoeléctrica mexicana, pues los reactores de Laguna Verde son del mismo tipo que ocupaban en la central de Fukushima y resultaron severamente afectados por el tsunami registrado el pasado 11 de marzo. En México, los ingenieros contemplaron estudios para asegurar que la zona estuviera exenta de tsunamis; el oleaje máximo esperado en la zona es de 3.5 metros de altura, por lo que emplazaron la instalación a 10 metros del nivel del mar. Los japoneses estaban preparados para sismos de 8.4 grados, pero ese día tuvieron un temblor de 9 grados. Preveían olas de 5.7 metros de altura, pero ese día fueron de 10 y 14 metros.
Los reactores japoneses afectados tenían entre 34 y 40 años de operación, pero la vida útil de esa tecnología supera los 50 años. En México, la unidad 1 está por cumplir 20 años operando y la unidad 2 ya cumplió 15; alineadas con la tendencia mundial, ambas fueron sometidas a un proceso de repotenciación que extenderá su operación a 2050 para la primera y al 2055 para la segunda. La posibilidad de accidentes con alto impacto ambiental y la gestión de desperdicios nucleares son los principales argumentos de los activistas antinucleares. Lo ocurrido en Fukushima resucitó esos temores.
 Bañarse en Laguna Verde
Camino a la playa, le pregunto un niño si no es peligroso bañarse ahí, estando tan cerca de la nuclear. “Por eso aquí no pagamos luz”, responde. Desde hace cuatro años, 2 mil 500 casas domiciliadas en la zona no pagan a la CFE el servicio de suministro eléctrico. “No queremos luz regalada sino pago justo”, revira Norberto Márquez, dirigente de la asociación Ciudadanos Costeros Unidos (CCU). Dice que se negó a pagar el servicio, luego de que durante dos meses consecutivos le llegaron recibos por 7 mil pesos cada uno.
“Cuando Laguna Verde se instaló prometió trabajo, subsidio eléctrico y rutas adecuadas de evacuación. Nada ha cumplido”, argumenta Márquez, cuyos abuelos fundaron Palma Sola, en 1902. Es pescador y herrero. Acepta que no hay estadísticas sobre la incidencia de la radiactividad en la salud de los pobladores, pero asegura que el pescado que sale de estas aguas y se vende en el puerto de Veracruz es de la mejor calidad. Oponerse a Laguna Verde sería oponerse al progreso, dice, el problema es que ese progreso no ha llegado a los casi 21 mil habitantes de las comunidades vecinas a la planta.
Tras la emergencia nuclear en Japón, en el municipio vecino Vega de Alatorre, la alcaldesa Leticia Rodríguez alertó sobre la existencia de 90 casos de personas afectadas con diferentes tipos de cáncer, cuadriplejia y otras malformaciones posiblemente relacionados con radiación, por lo que la Secretaría de Salud estatal realiza estudios epidemiológicos para determinar la incidencia y el origen de estas enfermedades. De acuerdo con información de la CFE, las centrales nucleoeléctricas están diseñadas para que durante su operación normal originen radiaciones de 5 milirem al año, lo que equivale al mismo nivel de radiación de un televisor. El mayor nivel de radiación que reciben los seres humanos proviene de fuentes naturales; de hecho, con o sin planta nuclear, en la zona de Palma Sola, hay un nivel de radiación de 83 mren al año. En la ciudad de México la exposición es de 150 mrem.
Palma Sola es el poblado más cercano a la planta. Aquí, aparentemente, no se han registrado afectaciones en la salud, de acuerdo con la agencia municipal, pero la gente tiene sus dudas. Entre la desinformación y la falta de estudios concretos, atribuyen a la radiación tanto los casos de VIH como los de cáncer. Convencido de la seguridad de la nucleoeléctrica, Miguel Alemán ha sido el único gobernador veracruzano que ha nadado en las playas cercanas a Laguna Verde. A pregunta expresa de si nadaría en esas playas, el gobernador en funciones, Javier Duarte, respondió que no. En cambio, el comisionado Eibenschutz confía plenamente en sus informes. “Definitivamente, sí”, contesta. La razón es simple, explica, el agua que se toma del mar no se devuelve.
Para decirlo fácil, una nucleoeléctrica es un especie de olla gigantesca para calentar agua y aprovechar el vapor que se produce para mover turbinas que generarán energía eléctrica. Las termoeléctricas funcionan bajo el mismo principio, pero las diferencia es que las primeras usan reacciones nucleares para generar calor y las segundas usan carbón, combustóleo, gas o diesel. Laguna Verde procesa agua dulce de los ríos y lagos cercanos para obtener el agua de alta pureza que se introducirá al proceso de generación de energía, entra a un circuito cerrado que tiene el doble propósito de enfriamiento a los reactores y la generación de vapor. Luego de que ese vapor pasa por las turbinas se depositará en un condensador para volver a su forma líquida y reutilizarse en ese circuito cerrado. Cuando el agua se utiliza en un proceso nuclear, el hidrógeno se separa del oxígeno y se desprenden isótopos de baja radiactividad. El agua de mar solamente se utiliza para enfriar esos condensadores; se toma del Golfo y se desplaza por un canal de 1.7 kilómetros, enfría los condensadores y pasa por una fase de enfriamiento antes de regresar nuevamente al mar. Nunca tiene contacto con el reactor.
Aires de otros tiempos
Actualmente, la planta cuenta con el nivel 2 en la escala de excelencia de la Organización Mundial de Operadores Nucleares (WANO, por sus siglas en inglés). Esta es la calificación más alta que se otorga a plantas fuera de Estados Unidos. Sin embargo, el accidente nuclear en Japón abrió los cuestionamientos sobre la confiabilidad de estas revisiones ante una contingencia natural de dimensiones extremas, pues WANO ha enfatizado que la operación de la central en Fukushima estaba apegada a los más altos niveles de seguridad. En el caso de Laguna Verde, ha trabajado en la última década para superar deficiencias. En otros tiempos, las denuncias sobre el manejo inadecuado de sus desechos, puso a sus operadores en la mira. 
El físico Bernardo Salas, quien trabajó durante 13 años en Laguna Verde e incluso fue responsable de cuatro laboratorios en el área de protección radiológica, cuenta que, en una ocasión, previo a participar en un congreso sobre desechos radioactivos, anotó que la basura de bajo nivel era quemaba. “Al presentarlo a mi jefe, me pidió que ni siquiera comentara que teníamos un incinerador”, recuerda quien actualmente es docente en la Facultad de Ciencias de la UNAM.
Salas trabajaba en los laboratorios cercanos a la planta y se refería a desechos como overoles, zapatos, madera o cartón que usaban los mecánicos y los eléctricos; a pesar de los años de experiencia, desconocía cuál era el protocolo adecuado para este tipo de residuos. “Mi función era analizar muestras de agua del reactor y de diferentes componentes”, comenta quien se dice a favor de la energía nuclear con fines pacíficos, pero es crítico de los manejos administrativos de la nucleoeléctrica mexicana.
En una planta nuclear, los desechos de mediana y baja exposición radiactiva deben comprimirse y colocarse en recipientes de acero que se almacenan hasta que decae su actividad. Los desechos de alta exposición o de gran actividad radiactiva, como las varillas del combustible agotado, se almacenan en albercas para menguar su actividad. En 18 meses, su potencia puede disminuir en 90%. Laguna Verde tiene capacidad para almacenar desechos generados durante 30 años de operación; tiene 21 años.
Salas asegura que los desechos de alto nivel de la central sí se almacenaban bajo las medidas más estrictas de seguridad; sin embargo, su queja llamó la atención de los ambientalistas.
Hace 11 años, Greenpeace denunció la falta de “cultura en seguridad” entre el personal de Laguna Verde, basándose en un informe de WANO. “19 de febrero de 1999. LV2 entra en una región peligrosa de radiactividad al estar funcionando a 100% de la potencia, debido a que una bomba de recirculación baja de velocidad por la falla de una tarjeta de circuito. En esta situación debió pararse el reactor, de acuerdo con los procedimientos, pero los operadores no lo hicieron”, se lee en el informe que elaboraron 18 visitadores de esa asociación de operadores nucleares, quienes dedicaron dos meses a revisar los procedimientos de operación de la nucleoeléctrica.
“Laguna Verde no ha tenido problemas serios”, señala Rubén Dorantes, investigador de la UAM Azcapotzalco. “Pero la experiencia de Japón nos invita a pensar que en México debemos cerrarla para evitar cualquier posible problema… que no sabemos ni cuándo ni cómo se pueda presentar”.
“Tengo colegas físicos de excelente calidad trabajando ahí. El problema son los accidentes y es ahí donde vemos que la energía nuclear representa altísimos riesgos”, remata.
Ángel o demonio
Cada semana, el centro de información de la planta recibe desde niños de las primarias de la zona hasta estudiantes de ingeniería de todo el país. Hacen un recorrido por un pequeño museo interactivo y les entregan el cuadernillo de texto “Del fuego a la energía nuclear” de la CFE.
La central es considerada como una “instalación industrial de máxima seguridad”. Cuenta con guardias del ejército en sus inmediaciones y dentro de la planta el personal de seguridad es estilo militar.
“No me gusta el mundo que se genera con la energía nuclear”, lanza la consultora en sustentabilidad Tania Mijares. Explica que si bien la producción de electricidad es un uso pacífico de la energía nuclear, la posibilidad de que desechos de esos procesos como el plutonio puedan destinarse a fines bélicos o la militarización misma de las plantas es un contexto que le desagrada.
“La mejor solución sería tener una mezcla perfecta entre energías renovables y poder soportar las intermitencias de éstas con nucleoeléctricas o turbogas, pero qué tanto estás dispuesto a jugártela con una planta nuclear tan sólo por tener un porcentaje de energía asegurada”, dice. La energía nuclear se presentó en sociedad con las bombas de Hiroshima y Nagasaki; ha tenido que cargar con ese estigma, a pesar de las aplicaciones positivas que tiene en medicina y agricultura.
Hay que poner la energía nuclear en contexto, comenta el investigador Dorantes. En los años 50, países como Francia, Japón y Corea apostaron al desarrollo nuclear ante la falta de recursos petroleros. En ese momento fue la manera de consolidarse industrialmente sin depender de otros países. México puede impulsar otro tipo de fuentes energéticas, en vez de apoyar a la industria nuclear que implica depender tecnológicamente de Estados Unidos, dice el académico de la UAM Azcapotzalco.
El físico Gerardo Herrera, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav), apunta que los mayores índices de contaminación radiactiva registrados en los últimos 50 años fueron consecuencia de ensayos nucleares con fines bélicos. Incluso el principal objetivo de la central de Chernobil, en la Unión Soviética, era producir plutonio, más que electricidad. “Si Fukushima tiene algún problema, sería la primera vez en la historia de la humanidad que habría contaminación por producir electricidad”, señala Herrera.
Hoy, 20% de la electricidad mundial proviene de energía nuclear. Hay 441 reactores en operación, 433 si se descuentan los ocho japoneses afectados por el tsunami. Francia es el país más dependiente de este tipo de energía, con 80% de su electricidad generada de esta manera, pero el mayor productor del mundo es Estados Unidos.
La instalación de nuevas centrales para México está considerado en el Plan Nuclear Nacional 2009-2024, según ha señalado Ricardo Córdoba, subgerente de Seguridad Nuclear de la CFE. De hecho, las instalaciones en Laguna Verde tienen capacidad para albergar hasta tres reactores más; aunque también se estudian otros sitios en Tamaulipas y Sonora.
El coco de Palma Sola
Si explota Laguna Verde hacia dónde hay que correr. “Hacia allá”, contesta una niña señalando en dirección contraria a la planta. La CFE, sin embargo, enfatiza que una “explosión” es prácticamente imposible, pues la máxima situación de emergencia es el sobrecalentamiento del reactor; en esa situación, aún cuando los sistemas de emergencia de enfriamiento resultaran deshabilitados como ocurrió en Fukushima, aún en ese caso, en el protocolo de emergencias de la central mexicana están previstas otras fuentes de suministro de agua de las que se puede echar mano para enfriar los reactores.
En septiembre de 2010, los reactores se apagaron como medida de seguridad ante el paso del huracán Karl con vientos de 195 km./h. Las autoridades aseguran que las instalaciones soportarían vientos de hasta 250 km./hr. Respecto a que México es atravesado por un eje volcánico, se argumenta que es en el Pacífico donde el índice de sismicidad es muy alto, es por eso que en su momento se descartaron opciones como Guerrero para construir ahí la nuclear; en cambio, el Golfo carece de fallas activas.
En Veracruz se localizan Cofre de Perote que es un volcán extinto, pues su último evento eruptivo fue hace 200,000 años y el Pico de Orizaba que tiene posibilidades de hacer erupción, pero se encuentra a poco más de 250 km. de la planta.
Benjamín Torres, líder del Plan Sectorial de Energía de la consultora Baker & McKenzie, explica que el accidente en Fukushima ha conducido a replantear y moderar los argumentos a favor de la energía nuclear, sin embargo, desde su punto de vista esta tecnología sigue siendo una opción viable para obtener electricidad de manera estable y hacer frente a la elevada demanda energética.
El tema es polémico, reconoce. Él mismo, defensor de la energía nuclear, confiesa que no viviría cerca de una nucleoeléctrica; pero insiste en que deben plantearse esquemas en los que la generación nuclear de energía conviva con opciones de fuentes renovables como granjas eólicas o plantas solares.
Actualmente, Laguna Verde aporta 4% de la electricidad del país. Este año, se concluyeron la renovación de equipo para aumentar su potencia en 20%, aunque el anuncio de la repotenciación se hizo desde 2008, pasó desapercibido. Ahora, el fantasma japonés ha obligado a las autoridades mexicanas a hablar del tema.
Incluso con el paso del huracán Karl fue suficiente saber que apagarían los reactores como medida de seguridad. Siete meses después, los vientos asiáticos llevaron a un grupo de senadores y funcionarios a verificar la situación de seguridad en la planta.
Seguridad que se diseña para los peores escenarios previsto. Aunque a veces la imaginación queda corta. En Fukushima, los operadores japoneses apagaron los reactores, ante la intensidad del temblor, pero éstos todavía no se habían enfriado cuando recibieron la embestida del tsunami que inundó el sistema de seguridad de refrigeración.
Al tomar la carretera federal 180, rumbo a Palma Sola, cuando a la distancia ya se distinguen las moles contendoras de los reactores de Laguna Verde, resulta peculiar que el camino esté flanqueado por robles tupidos de flores de color rosa pálido. No son sakura, los emblemáticos cerezos japoneses. Son simplemente, quizá, un curioso recordatorio de la naturaleza. 
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